¿Por qué seguimos las tendencias de moda? Estilo propio o esclavos de lo “in”
Si alguien te propone tomar lejía, conducir en dirección contraria o gritarle a alguien al oído con todas tus fuerzas, ¿lo harías? En cambio, no se nos ocurre cuestionar los dictados de las últimas tendencias de moda. Los seguimos por muy estrafalarios que parezcan, por mal que nos sienten, por incómodos que resulten…
Por dañinos que sean para el planeta, la sociedad o nuestra propia salud.
No solo no cuestionamos la última tendencia, sino que buscamos el modo de vestirla lo antes posible.
¿Somos esclavos de la moda?
¿Dónde comenzó todo? ¿Quién decide qué se lleva cada temporada? ¿Por qué nos sometemos a los imperativos arbitrarios de esta poderosa industria? ¿Qué papel juega la moda rápida o la sostenible en todo ello?
Respondamos a estas preguntas.
Pero antes, dime una cosa: ¿Por qué vistes así y no de otro modo?
Sé que me vas contestar con algunos buenos argumentos, pero seguro que no todos. Detrás de tu forma de vestir hay mucho más que la necesidad de cubrirte. Mucho más que un estilo que va contigo.
Tras esa prenda que compras o llevas existe un complejo entramado de intereses propios y ajenos que configuran tu identidad —tus luces y tus sombras—, y la de toda una sociedad.
¿Quieres descubrirlo?
El origen de la moda
No es fácil ponerle una fecha de nacimiento a la moda:
- Podría hablarte del origen de la moda en el S.XV, coincidiendo con el inicio del Renacimiento en Europa.
- Podría descubrirte —yo lo acabo de hacer—, la primera vez que se observa el término moda aplicado a la indumentaria en un texto literario en España: allá por el S.XVII, en ‘El lindo Don Diego’.
- Incluso podría convencerte de que en culturas como la egipcia, la griega o la romana ya existía, de alguna forma, el concepto de moda y tendencias. Estoy segura.
- Tampoco te sorprenderías si te dijese que la palabra moda proviene del latín ‘modus’ y significa costumbre.
Sin embargo, prefiero reivindicar otro origen para la moda. El que nació de manos de una mujer adelantada a su tiempo, revolucionaria. Un concepto moderno, lleno de valores, hoy condenado a desaparecer a causa del fast fashion y el low cost: Diana Vreeland.
Diana Vreeland, la mujer que inventó la moda
Diana Vreeland —París 1903-Nueva York 1989—, fue una destacada columnista y editora de moda. Trabajó para la revista Harper’s Bazaar (1936-1962) y como editora jefe para Vogue (1963-1971). También como asesora especial en el Instituto de Vestuario del Museo Metropolitano de Arte.
Pero más allá de los datos biográficos, o de una trayectoria meteórica, Diana fue considerada la mujer más poderosa en el cada vez más poderoso firmamento de la moda de los años 60.
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¿Por qué reivindicar la figura de Vreeland?
Irreverente, excéntrica, exquisita… Mágica. Sin quererlo, Diana ayudó a cambiar el papel de la mujer en la sociedad y elevó la moda a la categoría de arte.
«En los sesenta no importaba que tuvieras un grano en la nariz si sabías cómo llevar un buen vestido»
Diana Vreeland respondiendo a lo mejor de la década
Frente al usar y tirar, el low cost, la uniformidad y el negocio puro y duro; Diana luchó por el detalle, la calidad y la creatividad. Captó la universalidad de la moda, pero siempre reclamando la necesidad de una voz propia. Fue capaz de aplastar los tópicos de toda una sociedad remilgada.
En su columna “Why don’t you?” para Harper’s Bazaar, a finales de los años 30, cambió los consejos sobre cómo hacer punto de media, satisfacer a tu marido, o dar con otra perfecta receta de cocina; por atrevidos retos que desafiaban a mujeres inhibidas aferradas a la tradición.
Pionera de tendencias de moda sin las que hoy no podríamos entender a personajes como Karl Lagerfeld, Tom Ford y Marc Jacobs; o precursora de las por entonces todavía lejanas ego-bloggers, estilistas, influencers e incluso hipsters.
Pero, vayamos un paso más allá…
Lo que más me interesa de su figura es cómo fue capaz de dibujar, desde la moda, el papel de una nueva mujer independiente, segura y carismática, más allá de la moda. Una generación capaz de abrazar las tendencias sin caer esclava de ellas, reclamando su identidad propia.
«Solo hay una manera de vivir; construir la vida que tú quieres, y hacerlo tú mismo»
Diana Vreeland a Truman Capote, amigo y confidente
¿Quién dicta la moda? Cazadores de tendencias o “dictadores” de la moda
¿Cómo nacen las tendencias de moda? ¿Quién las dicta? Son preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez. Sobre todo, cuando “por arte de magia” vemos cómo se repiten tantos patrones sobre la pasarela cada temporada. ¿Casualidad? ¿Acuerdos previos?
Resolvamos el enigma.
1. ¿Dónde se fabrican las tendencias?
Efectivamente, has acertado.
Los diseñadores no inventan las tendencias de moda. Tampoco se ponen de acuerdo antes de lanzar sus nuevas colecciones.
Las casas de moda compran estos servicios a agencias especializadas en investigar, analizar y decidir qué se llevará la próxima temporada, el próximo año, o incluso la próxima década. WGSN, Carlin Group o The Future Laboratory son algunas de las más valoradas.
Esto explica que cada febrero y septiembre, durante las Semanas de la Moda de Nueva Yort, Londres, Milán o París, observes diseños, colores, tejidos, estampados, e incluso estilos completos, que se repiten en Dior, Prada, Chanel, etc.
Siento haberte roto parte de la magia.
Al menos esa fue mi sensación cuando lo descubrí hace unos años. Fue durante una convención de moda infantil. Me llamó mucho la atención averiguar cómo estas agencias “trafican” con las tendencias. Venden muy caros sus “secretos” y se proclaman como la clave imprescindible para el éxito de una nueva colección.
No estoy de acuerdo, la moda sostenible es el vivo ejemplo de todo lo contrario.
Cientos de pequeñas marcas, con un estilo único, alejadas de la compra venta de tendencias y de la locura de las temporadas, van ganando poco a poco nuestros corazones.
Y no solo se trata de salvar el planeta. Aunque sus valores éticos y sostenibles sean una base imprescindible, además de uno de sus sellos de identidad.
2. El proceso de creación de tendencias para la moda
Los cazadores de tendencias estudian y analizan la moda en la calle durante meses. Viajan por todo el mundo recolectando un gran archivo visual: arquitectura, nuevas tecnologías, arte emergente, política, economía, estilos de celebridades e innovadores, etc. No solo se trata de moda.
Por otro lado, se apoyan en complejos estudios sociológicos y de marketing para entender la lógica que nos mueve a comprar: qué compramos y por qué.
Después de la búsqueda, los viajes y un profundo análisis, se desarrolla el libro de tendencias o trend book. Un documento que reúne cualquier cosa que pueda inspirar a personas creativas: paletas de colores, trozos de tela, diseños de siluetas, fotos de pasarela, diseño gráfico… E incluso diseños de producto listos para usar.
Cada hoja de este libro es oro para los diseñadores. Es a partir de él donde sí podemos decir que surge la magia…
¿Una magia creativa que nos conquista o la simple necesidad de ser aceptados?
¿Por qué seguimos las tendencias de moda? Estilo propio o esclavos de lo “in”
Parecemos condenados por nuestra propia genética a seguir las tendencias. Estos son algunos de los rasgos que no dejan lugar a dudas:
- La necesidad de apego del bebé. “Mamá, mírame y no apartes tus ojos de mí”. Un miedo a ser invisibles que nos acompañará desde entonces para siempre.
- El instinto gregario de seguir a la manada para sobrevivir.
- El mecanismo de la confluencia enunciado por Fritz Perls tan típico en la adolescencia. Ese por el que algunos jóvenes pierden su identidad con tal de sentirse parte de un grupo.
- Y por último, el principio de conformidad demostrado por los experimentos de Solomon Asch. La tesis que responde a las preguntas de: ¿cómo quieres ser percibido por los demás? O ¿Cómo reaccionas ante la presión de un grupo?
En definitiva, nos vestimos así y no de otro modo, porque queremos ser aceptados y atraer a los demás.
Entonces, ¿cuál es el camino menos costoso para alcanzar nuestro objetivo?
Ya conoces la respuesta: seguir a la corriente. Vestir la última tendencia, lo que todos hacen, lo que todos llevan.
Sin embargo, seguir una moda no nos convierte necesariamente en seres volubles o faltos de personalidad si mantenemos un criterio propio. Una moda puede ser simplemente la consecuencia de alguno de los muchos procesos que hemos comentado. No somos tontos, somos humanos y sociales, no lo podemos negar.
El problema surge cuando somos tan vulnerables y permeables que la influencia de nuestro contexto acaba con ese yo único que nos enriquece y diferencia. En ese momento nos convertimos en “borregos” siguiendo tendencias aleatorias.
Justo en ese momento nos hemos convertido en las mejores víctimas del Fast Fashion.
Fast fashion, los amantes de las tendencias
Para la moda rápida alimentar la necesidad humana de ser aceptados es su mejor baza para seguir creciendo. Porque para ellos no hay otro objetivo. Lo que Diana Vreeland convirtió en arte y cultura ha degenerado en manipulación y negocio sin valores.
Comprobados los buenos resultados, la industria del fast fashion continúa sobrealimentando de “moda” a la sociedad hasta alcanzar 18 colecciones anuales. Un auténtico disparate.
Y por qué no pasar de alimentos sanos, preparados a fuego lento y madurados en el árbol, a otros de producción rápida. Aumentar beneficios y bajar precios bajo el siempre “loable” eslogan: democraticemos la moda.
Una mayor producción equivale a recursos naturales esquilmados, sobre explotación laboral, infección de aguas, millones de toneladas anuales de residuos contaminantes difíciles de gestionar…
Los desastres que la industria de la moda lleva haciendo años sin mirar atrás.
La devastación que hoy pretende maquillar con campañas teñidas de green washing.
Eso que día tras día denunciamos y seguiremos haciendo desde Fashion Revolution contando con tu apoyo.
Porque no hay vuelta atrás, pero sí una nueva forma de mirar la moda.
Hacia una nueva forma de mirar la moda
Volvamos por un momento al principio de conformidad que antes te comentaba para entender mejor el papel de una moda sana.
Está claro que todos preferimos, e incluso necesitamos, ser percibidos de forma positiva por los demás. De ahí que nos cueste tanto llevarle la contraria a las mayorías. Si además, seguir a estas mayorías no implica perder nuestros principios éticos o nuestra ideología, ¿por qué no hacerlo?
Este es el claro ejemplo de la moda. Así ha sido durante décadas hasta llegar al delirio de los últimos años. Pero, ¿qué ocurre cuando la ética de la moda comienza a tambalearse?
¿Qué ocurre cuando se destapa la caja de pandora de una industria que está dañando irremediablemente a la sociedad, al planeta y nuestra propia salud?
Tú, yo, toda la sociedad… Nos encontramos en un momento privilegiado de cambio. Tenemos la oportunidad de darle la vuelta a las tendencias.
Reivindicar la figura de Diana Vreeland es hoy más una necesidad que un capricho.
Por un lado, recuperar el valor de lo artesanal, el amor por la calidad y el detalle, el beneficio de lo que perdura.
Por otro lado, reconquistar nuestra independencia, nuestros rasgos diferenciales más allá de tendencias pasajeras. Tu estilo debe ser expresión de tu individualidad, el reflejo de tu identidad y de tu forma de ser única: tu verdadero “yo”.
La moda sostenible tiene la palabra…
Cloe Meler, redactora y copywriter especializada en moda sostenible.