¿Ropa de segunda mano o residuos textiles?

By Eva Franch de Fashion Revolution Chile

1 year ago

A 1.800 km de Santiago, la capital chilena, se encuentra Iquique. Según la BBC, por su puerto ingresan cada año unas 59.000 toneladas de ropa usada. Una gran parte llega a la Zona Franca, en la que operan más de 50 importadores de prendas de segunda mano. La ropa proviene de Estados Unidos y de Europa. En este espacio, se clasifica la ropa en fardos de primera, segunda o tercera.

En los fardos de primera la ropa está en buen estado, sin manchas ni desperfectos. En los de segunda, pueden haber restos de suciedad y algunos descosidos. Los fardos de tercera reúnen ropa muy deteriorada. Así lo describe una portavoz de una importadora de la zona.

Los fardos de esta última categoría son los que normalmente son desechados. Se calcula que unas 40.000 toneladas de ropa terminan en los basurales. Uno de los más grandes de Chile (y del mundo) se encuentra en la comuna de Alto Hospicio, en la provincia de Iquique.

 

El problema en la sociedad del consumo global

La industria de la moda ha doblado su producción de ropa en 15 años. Ahora, hay más materiales sintéticos y es una industria basada en la sobreproducción y el sobreconsumo. La gente tiene más ropa que desecha con más facilidad, en parte, por las cambiantes tendencias.

Todo esto produce una crisis de desechos. La parte visible son los vertederos, que suelen ubicarse en el sur global, donde se “encargan” de la ropa de mala calidad. La ropa de segunda mano se vende en todo Chile, siendo un negocio totalmente legal.

En unas declaraciones para la BBC, Patricio Ferreira, exalcalde de Alto Hospicio, asegura que solo un 15% de la ropa es apta para revender. El otro 85% llega para irse directamente a los vertederos. 

Chile es uno de los mayores importadores de ropa usada de Latinoamérica, y no tiene ninguna ley que regule lo que pasa con las prendas que no se venden.

 

El impacto de los vertederos: el desierto de Atacama

No existen estudios de impacto medioambiental sobre los vertederos, lo que dificulta el apoyo legal. Incinerar la ropa no se considera una opción viable para que los textiles desaparezcan, ya que la emanación de gases contaminantes frutos de la combustión afectan a los suelos y la atmósfera. Aun así, muchas veces, los que gestionan estos vertederos eligen esta opción, ignorando los peligros que supone para la salud y el medio ambiente.

Desierto Vestido es una ONG que lleva tres años abordando esta temática. Ellos saben de primera mano que en Iquique se encuentra el segundo vertedero más grande que se haya quemado. En el 2022, en el desierto de Atacama, se estima que durante un incendio se quemaron 100.000 toneladas de ropa, dejando un olor intenso en el ambiente durante casi 15 días. Las personas que vivían cerca del cerro de ropa, recibieron ayuda por no tener agua potable por más de 20 días.

Estas quemas se realizan para eliminar evidencia, y las poblaciones cercanas tienen que lidiar con las consecuencias del descarte textil. Estas situaciones, según Desierto Vestido, se dan por falta de fiscalizaciones e interés por parte del Estado, el Gobierno Regional y la misma población. Existen procesos burocráticos que permiten que las bodegas saturadas hagan reducción de inventario a través de la incineración.

Aun así, la sociedad civil ha tomado un rol preponderante. Ha visibilizado la problemática y ha repercutido para mejorar la situación, pero todavía queda un largo camino por recorrer. Esto es una parte del eslabón, la consecuencia de una cadena de suministro que no está regulada, de un sistema que incita a consumir constantemente y de la demanda que aumenta cada día.

 

Kantamanto, uno de los más grandes

En África están los principales vertederos de ropa a nivel mundial. Se levantó la alerta más allá del continente cuando vieron que se estaban quemando prendas con demasiada regularidad. Aunque se ha intentado frenar la importación de ropa de segunda mano, hasta ahora no se ha permitido.

Cada semana, unas 15 millones de prendas llegan a Ghana, siendo la gran mayoría piezas descartadas por personas de Norteamérica, China y Europa. Se venden por pacas (bolsas con grandes cantidades de ropa comprimida para ocupar menos espacio) y muchas van a los vendedores en el mercado Accra Kantamanto, uno de los mercados de segunda mano más grandes del mundo. Pero la cantidad de prendas que llegan sigue aumentando, a la vez que la calidad va disminuyendo. Según BOF, se estima que un 40% de lo que llega a Kantamanto es inservible y se envía al vertedero. Los vendedores no pueden recuperar lo que invirtieron por comprar las pacas con deuda. El negocio de la ropa de segunda mano se convierte en una estrategia de gestión de residuos.

 

Pagar la factura del daño ambiental

Los vertederos en Kantamanto están desbordados, y la basura llega hasta la costa. Algunas partes de sus playas están cubiertas por montañas de textiles y plásticos de un metro y medio de altura, según The Or Foundation, una organización sin ánimo de lucro que trabaja con la comunidad de Kantamanto.

The Or Foundation habla de “waste colonialism” o colonialismo de residuos, y gestionan la campaña Stop Waste Colonialism. Puedes leer su informe y firmar su petición en la que exigen medidas regulatorias en la importación de ropa que llega para Kantamanto.

Uno de sus llamados es que todas las marcas paguen un impuesto de $0,50 por cada pieza nueva que se fabrique, con el objetivo de cubrir los costos del colonialismo de residuos, con una tarifa superior para las prendas más difíciles de reciclar. De esta forma, pagarían la factura del daño ambiental, causado en gran parte por la sobreproducción del primer mundo y que recae en los países más pobres.

Desde The Or Foundation se hace un llamado a las marcas para que compartan públicamente cuánto están produciendo, con el objetivo de reducir la cantidad de ropa nueva fabricada en un 40% dentro de los próximos cinco años. El objetivo es una eliminación gradual de 10 años, ya que no se aboga para que la ropa siga llegando en Kantamanto para siempre.

 

Soluciones locales, impactos globales

En Chile, la Ley de Reciclaje y Responsabilidad Extendida del Productor (REP) trata de regularizar esta situación, en la que se exige al estado que sea un agente regulador importante y mire por el derecho de los ciudadanos. En su versión inicial, pone como normativa obligatoria a fabricantes e importadores de seis productos prioritarios a recuperar un porcentaje de ellos cuando se termina su vida útil, y se convierten en residuos. Los productos prioritarios establecidos a la fecha son: neumáticos, envases y embalajes, aceites lubricantes, aparatos eléctricos y electrónicos, pilas y baterías.

Las personas individuales pueden contribuir a la reducción de residuos eligiendo mejor en el momento de comprar, aunque haya mucha información confusa. Si bien ahora hay más conciencia social, se genera un fenómeno que es el greenwashing. Las empresas llegan con nuevas propuestas para parecer más sostenibles de lo que realmente son. El ecolavado es un problema para el que se están exigiendo leyes regulatorias, pero que se sigue haciendo sin filtro.

En cuanto a los materiales, no todos los que se denominen como “reciclados” u “orgánicos” son una buena opción. Por ejemplo, hay mucho algodón orgánico que viene desde la India, y que antes de eso pasó por otro país para ser teñido. Llegan a Chile para ponerse una etiqueta verde, pero ¿qué tan verde ha sido su recorrido para llegar a su destino final?

La educación socioambiental será esencial para concientizar sobre el problema de la sobreproducción y el sobreconsumo. Según la Agencia de Protección Ambiental, la educación ambiental se entiende como un proceso que permite a las personas investigar sobre temáticas ambientales, involucrarse en la resolución de problemas y tomar medidas para mejorar el medio ambiente. Desde esta óptica se podría analizar la relación que tiene la sociedad con la moda y su consumo.

También es fundamental avanzar en las políticas públicas de regularización y trazabilidad de los productos importados, y sumarle responsabilidad a quienes producen e importan ropa a través de la Ley REP. La realidad sería distinta si se establecieran políticas públicas y se dispusiera de una red de gestión de residuos.

Al final, se trata de responsabilizarse de lo que uno adquiere. Las acciones individuales pueden tener un impacto colectivo. Pregúntate: ¿Cuál es la consecuencia de lo que estoy consumiendo?

Estas son algunas acciones que puedes hacer para contribuir a la disminución de residuos textiles:

  • Conversa con la gente sobre dónde terminan los residuos textiles.
  • Pregunta a las empresas y emprendedores si trabajan integrando la economía circular.
  • Cambia la forma en la que miras tu ropa. ¿Qué podrías hacer en lugar de desecharla? Arrendar tu armario, organizar un intercambio… 
  • Mira las compras como algo político, prefiere aportar a productores locales con buenas prácticas antes que a grandes marcas con producción masificada.

 

Fuentes: 

BBC

Desierto Vestido

ONG Basura

Business of Fashion

The Or Foundation