Aún se respira el humo violeta.

By Fashion Revolution

4 years ago

Pablo Galaz Esquivel

Llantos y gritos de desesperación se confundían entre las lenguas de fuego y humo violeta que rompían las ventanas de los pisos ocho, nueve y diez, del edificio de la fábrica de camisas Triangle Waist Co, el 25 de marzo de 1911 en Nueva York. 129 trabajadoras murieron ese día y 70 quedaron heridas. La gran mayoría de esas mujeres y niñas eran migrantes de Europa del Este. Nunca se logró establecer con claridad la causa del incendio, pero la causa de las muertes era evidente, ninguna de las trabajadoras y trabajadores pudo escapar, más que saltando a la muerte del vacío. Los capataces, tenían bloqueadas las puertas de las escaleras, para evitar robos que eran avitualles en la zona. Cuenta la leyenda que el color de las columnas de humo que atestiguó la muerte de esas trabajadoras y trabajadores, es uno de los orígenes del uso del color violeta como símbolo de la libertad y la dignidad.

Casi cien años después, el 24 de abrí del 2013 más de tres mil trabajadores y trabajadoras resultaron afectadas en el derrumbe del complejo industrial Rana Plaza, en Dhaka Bangladesh; 1138 murieron, la mayoría de ellas mujeres y niñas migrantes de otras regiones del país y alrededores. Las causas del derrumbe están medianamente claras, pero la causa de las muertes es insoportablemente indignante. Durante días los previos al desastre, trabajadores y trabajadoras habían alertado a los supervisores, de ruidos y grietas en las paredes de los talleres, y se les obligó a volver a trabajar.

En este Día Internacional de la Mujer (8 de marzo de 2020), Fashion Revolution defenderá a las millones de mujeres y niñas de todo el mundo, que hacen la ropa que usamos. Si bien las grandes marcas presentan colecciones, camisetas con eslogan o campañas de marketing centradas en el empoderamiento femenino, profundizaremos en las personas, las industrias y las fábricas detrás de esta mercancía feminista.

El día en sí, en celebración de los avances en la igualdad de género, tiene sus raíces en la industria de la confección. Como escribe Grace Forrest: “El 8 de marzo de 1908, 15,000 trabajadoras de la confección marcharon por las calles de Nueva York en lo que ahora consideramos la génesis del Día Internacional de las Mujeres. Las mujeres, principalmente inmigrantes, protestaron por condiciones de trabajo insostenibles, incluidas semanas laborales de 60 horas, entornos laborales peligrosos y mayores tasas de trabajo infantil. Sus protestas cambiaron poco”.

Más de sesenta millones de mujeres y niñas constituyen el 80% del total de la fuerza laboral en la industria de la moda. Una investigación de ONU Mujeres nos dice que, a nivel mundial, la brecha salarial de género es del 23%, y que unos 235 millones de mujeres carecen de protecciones legales contra el acoso sexual. En la industria de la confección, casi una de cada tres mujeres ha sufrido acoso sexual en su lugar de trabajo (CARE International). Son estas estadísticas las que nos demuestran que, no son las camisetas con mensajes llamados “feministas” las que defenderán a las mujeres, sino, mujeres que hacen suyo el mensaje de las que sufren.

Han pasado muchos años desde aquella estruendosa mezcla de humo y gritos, y no es el tiempo el que cambiará las cosas, ni las numéricas estadísticas las que las visibilizarán.; Son los gritos de las mujeres que se levantan con pañuelos impregnados en violeta, para defender a aquellas de la cadena de suministro, que no tienen voz

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